viernes, 24 de junio de 2011

Ática 21 o Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza





El ascensor abre lentamente sus puertas, como lentamente los párpados cansados se dejan llevar al sueño en una noche cualquiera. Es entonces cuando la arquitectura del hotel gira para ella y lo hace como una serpiente transparente, como un animal tranquilo que duerme a la espera de quien sabe que. Se pone en marcha, arrastrando por la moqueta las ruedas de su negro equipaje y piensa en Borges, en su biblioteca de babel, una biblioteca que ahora se le antoja muy parecida a su cerebro. “El universo (que otros llaman la biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores.” Sí, su pensamiento es un sinfín imparable, la cinta de Moebius, una sola cara y un solo borde. Sus ideas ahora también son un objeto no orientable.

El recuerdo de la noche anterior le cae encima y aunque intenta zafarse de ese peso no lo consigue. Una frase recurrente dicha con torpeza en la oscuridad y la paz hecha añicos en el suelo. La tranquilidad convertida en un montón de objetos punzantes. Erizos, puercoespines, aliagas… La respiración de él, se agita mientras ella es desterrada al mundo de la culpa. Y aunque poco a poco los jadeos cesan y la sinfonía de espiraciones e inspiraciones se acompasa equilibradamente, nada vuelve a ser como antes. Él entra en el sueño y se aleja de la habitación mientras a ella la noche la castiga y se niega a dormirla.

Como puede camina por el pasillo y se para frente a la habitación 505. Introduce la tarjeta y un destello verde la avisa de que puede entrar. Coloca el plástico en su lugar y las luces se prenden. El ambiente es un tanto fantasmagórico. No se escuchan pasos, ni hay huellas que seguir. En el suelo no hay largas filas de hormigas que orienten su dirección, está perdida. Escucha los graznidos de una gaviota que sobrevuela el cielo gallego.

Es tal el temblor y tan absurdo. Tal el vacío.




Fotografías de Thomas Ruff

jueves, 23 de junio de 2011

El mundo al revés




Pintura "La joven dormida" de Egon Schiele (1909)

Y llego un día en el que todo se puso patas abajo.
La luna salía al amanecer y el sol brillaba en las noches. Los pájaros caminaban sobre el asfaltoy los perros y los gatos surcaban los cielos. Las bocas observaban alrededor y los ojos hablaban sin parar. Las palabras significaban todo lo contrario.
Los sinónimos eran antónimos y los antónimos sinónimos. Alguien quería decir arriba pero lo que decía era abajo. Los valientes se hicieron cobardes y cobardes se quitaron la vida.



Detalle del cuadro "la joven dormida" de Egon Schiele (1909)