lunes, 18 de julio de 2011

Pasos de la plata




Fotografía de Magdalena Wanli

SEYTON.-

Señor, la reina ha muerto.

MACBETH.-

¡Debiera haber muerto más tarde!

¡Entonces habría yo tenido tiempo para entender una palabra así!...

El mañana y el mañana y el mañana avanzan a pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo recordable; y todos nuestros ayeres han alumbrado a los locos el camino hacia el polvo de la muerte... ¡Extínguete, extínguete, fugaz antorcha!... ¡La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora sobre la escena, y después no se acuerda más...; un cuento narrado por un idiota con gran aparato, y que nada significa...

(Macbeth, Act V, scene V)


Fotografía de Magdalena Wanli


Todo está a oscuras. La noche se ha estrellado contra el suelo y como un escarabajo patas arriba no sabe como levantarse. La luna es una pequeña rodaja apenas visible. En la ciudad se ha ido la luz. No hay farolas, ni bombillas. Únicamente los faros de los coches que debido a la velocidad dibujan finas líneas brillantes.

En la calle un sicómoro junto a una casa. Una de esas que todos dibujamos cuando somos niños en los papeles. Un triángulo sobre un cuadrado. Y una ventana con un visillo que tamiza lo que ocurre en su interior. Sobre una mesa una vela y alrededor de ella las manos cogidas de dos ancianos.

En los oscuros ojos de ella la llama de la vela titila. Él la mira y sueña. Desde una antigua radio llega la música de un chelo que interpreta a Bocherini, a Luigi Bocherini y su estilo galante. Ella piensa que ha conocido al hombre de sus sueños y sonríe satisfecha. Recuerda la frase de Shakespeare: “la vida está llena de ruido y furia y al final no significa nada”.


Fotografía de Magdalena Wanli


jueves, 14 de julio de 2011

La invisibilidad de los niños









Estas fotografías pertenecen a una campaña publicitaria que Unicef Chin, Shanghai encargo a la agencia Ogilvy&Mather. La campaña tiene como lema "Don't ignore me" e intenta luchar contra la invisibilidad de los niños en las calles. Las imágenes con ese tono fantasmagórico producen un terrible desasosiego. Ojala algún día se pueda hablar de esto en pasado.

martes, 12 de julio de 2011

El calor



Fotografía de Andre Brito

Un calor apasionante comienza a caminar sobre mis piernas.

Al llegar a las rodillas se transforma en un guante de plástico duro,

de esos que se usan para protegerse las manos

mientras uno friega los platos y vasos sucíos.

Está húmedo y me coge como si tuviera miedo a caerse.

Sus movimientos empiezan a resbalar por mis muslos

deslizándose como una araña por su tela.

No puedo quitar la vista del dedo medio,

parece muy nervioso y excitado.

El dedo índice se mueve con espasmos.

Indeciso da un paso adelante y otro atrás.

Poco a poco los cinco dedos avanzan

y mientras ellos lo hacen yo retrocedo.

La luz da paso a la oscuridad.

Me convierto en el puente que une el delirio con la alucinación.

Un deseo frustrado




Ilustración de Juul Kraijer

El sol cubre la parte derecha de la acera. En la izquierda los árboles mueven sus hojas en un intento por llamar la atención. Alguien ha cortado el césped y huele a hierba fresca. Frente a la puerta metálica del colegio hay un banco de madera cuyo color ha ido extraviándose en el tiempo hasta quedar como una veladura discontinua. La madera tiene un aspecto lavado, como el de esos pantalones que uno mete en la lavadora y soportan casi a diario un fuerte centrifugado. La mujer camina cadenciosa, observando a las demás mujeres que pasean, haciendo tiempo, con los carritos vacíos.

Ha llegado demasiado pronto así que decide sentarse y leer un rato. Saca del bolso “La tentación de lo imposible” y lee la cita que abre el texto: “La más homicida y la más terrible de las pasiones que se puede infundir a las masas, es la pasión de lo imposible” LAMARTINE, en su ensayo sobre Los Miserables.


Ilustración de Juul Kraijer


La pasión por lo imposible, se repite a si misma y deja que su pensamiento se enrede con la idea. Suena entonces la sirena. La mujer se sobresalta y mira su reloj, ¿dónde han ido a parar los doce minutos que faltaban para que los niños salieran del aula? Con extrema parsimonia devuelve el libro a su bolso y va hacia la puerta metálica, esta vez abierta. El bedel la saluda atentamente. Suelen decirse alguna frase sin importancia pero agradable y es esa frase unida a la sonrisa que ella suele regalarle lo que ha hecho que con el tiempo, parezca que entre ellos existe una amistad. La mujer sigue su camino y va hacia la puerta por la que salen todos los niños de preescolar. Las profesoras los han sentado en el suelo, junto a las paredes y allí esperan a ser avisados. Momento en el que se levantan y salen disparados hacia sus padres, madres, abuelos o abuelas…


Ilustración de Juul Kraijer


En la fila los críos miran expectantes a los que esperan. Con sus vivaces ojos buscan a su familiar y cuando dan con él levantan la mano e intentan llamar la atención de la maestra.

- Mi abuela, mi abuela…seño mi abue… Abueeeela - grita el niño intentando que su abuela le vea… - aquí…

Y después la carrera y el inmenso abrazo. Y la abuela que le llena de preguntas.

Una fila india pasa por delante de la mujer. Son los alumnos que se dirigen al comedor. Van cogidos unos de otros, con los baberos resbalando por los hombros. Algunos miran con melancolía a sus compañeros, también ellos quieren ser recogidos. La mujer sonríe por defecto. Siente una inmensa ternura al ver esos reencuentros, al ver las caras de los pequeños.

La última madre con su niña de pelo trenzado se aleja. La mujer queda sola frente a esa puerta que se cierra. Se queda parada unos segundos más y después sin llamar la atención coge de la mano su maternidad frustrada y vuelve a ponerse en marcha. Eso sí sale por la puerta de atrás para no levantar suspicacias.


Escultura de Juul Kraijer

Juul Kraijer artista nacido en Paises Bajos 1970. Una obra inquietante .

www.juulkraijer.com

Todos los miércoles






"El gusto por el cloro" es una historia sencilla y muy cotidiana que transmite esa fuerza que tiene el día a día en la vida. Narra la historia de un chico al que su fisioterapeuta recomienda ir a nadar a la piscina por el bien de su espalda. Poco a poco, descubre la magia del agua y se enamora de una atractiva y enigmática nadadora, a la que ve todos los miércoles. Es tremendamente estético y economiza las palabras sublimemente. La historia se cuenta con silencios. Es mágico el momento en el que el protagonista le pregunta a la nadadora:

- Te has preguntado alguna vez por qué cosas estás dispuesta a morir o cuáles no abandonarás nunca?
- ...
- Dime...
- Estoy pensando.

Viñetas más tarde la nadadora bajo el agua le vocaliza la respuesta: "l'amour" (lo leemos en sus labios)



- ¿Me has entendido?

Es una obra de Bastien Vivés (Paris, 1984), el autor sabe como nadie retratar el alma humana y los sentimientos.

bastienvives.blogspot.com

lunes, 11 de julio de 2011

Mitad hombre, mitad pájaro



Ilustración de Ana Bustelo

No sé muy bien por donde empezar. Supongo que por subir el cursor al comando “color de fuente” y cambiar el negro de esta letra por un azul intenso. Tal vez parezca una tontería pero no lo es, que lo entienda quien quiera hacerlo.

“Hubo un tiempo en el que una princesa gastaba sus horas, sus minutos y sus segundos buscando un príncipe. Un príncipe que lo fuera todo. Lo soñaba despierta y dormida. Soñaba como sería su llegada, como sus abrazos, como sus besos. Si lo encontraría en un bosque o en una montaña o si sería en las aguas de un río silencioso. Una mañana en la que perdida en sus pensamientos se dejaba caer al sueño escuchó algo. Desde la carretera, que había cerca del castillo, se escuchaba un tic, tic, tic constante y metálico. Un tic, tic, tic hipnotizador como el canto de las sirenas, esos seres mitad pájaro, mitad mujer cuyo canto tanto sedujo a Ulises en su viaje de regreso a Itaca.

La princesa vestida en ropa interior salió de sus estancias y recorrió sonámbula los pasillos del palacio. Abrió las pesadas puertas y cruzó el foso en el que nadaban y tomaban el sol sus cocodrilos. Caminó siguiendo aquel tic, tic, tic que cada vez parecía más cercano. Y a lo lejos pudo divisar un sillón abandonado en la carretera y junto a este una señal de tráfico. Se acercó cuanto pudo y allí a un metro del sillón había alguien que, mitad hombre mitad pájaro, lanzaba, sin descanso, pequeñas piedras contra una metálica señal de stop, creando con ello una melodía irresistible.

La princesa miró a ambos lados de la carretera temiendo que un corcel veloz la atropellara en el sueño. El hombre guardó las piedras en el bolsillo y corrió en su busca. Y fue así como la princesa lejos de encontrar un príncipe al uso, con su capa y su caballo, encontró lo que tanto había buscado. Abandonó el castillo y se despidió de cada uno de sus cocodrilos. Estos lloraron su marcha pero no con lágrimas. Y dijeron que la echarían de menos porque ahora no podrían merendarse sus miedos.


Ilustración de Ana Bustelo

La princesa voló cielos cogida de la mano del hombre y fue como ver a Wendy sostenida por Peter Pan. La enseñó a reír y la convirtió en sirena: mitad mujer, mitad pájaro. Le regaló unas alas, tal y como había prometido.

Un buen día la princesa algo nerviosa se perdió. Los relojes de arena giraron y giraron tantas veces y tan rápido que el calendario pareció volverse loco. La luna empujó al sol tanto como pudo hasta que lo obligó a esconderse. Y le amenazó con matarle si volvía a salir. La princesa sorprendida por viento desolador fue perdiendo, una a una, las plumas sus alas. Y ya no pudo volar.

Ilustración de Ana Bustelo

Su tamaño comenzó a disminuir y cuanto más lo hacia más crecía todo a su alrededor. El miedo se hizo fuerte alimentándose de imaginaciones, de vacíos, de silencios y de soledad. Y crecieron historias absurdas e intuiciones dolorosas. Vio donde no había y construyó laberintos según los cánones de la tragedia.

Una mañana a lo lejos, casi inaudible volvió a escuchar un tic, tic, tic. No era otro que su príncipe, mitad pájaro, mitad hombre, que había sacado de su bolsillo las piedras y las lanzaba contra el stop para decirle que la amaba. Supo entonces que él siempre había estado allí, a su lado, esperándola en un sillón abandonado en una carretera.”


Ilustración de Ana Bustelo

www.anabustelo.es

anabustelogarcia.blogspot.com

El guarda nubes



Ilustración de John Kenn

La idea es compartida por ambos, deben viajar. Salir aunque sea a unos metros de casa para que el regreso les recuerde algo, algo que aún no saben, pero que flota latente. El destino aparece por casualidad en la pantalla del ordenador y él toma la decisión. Entre nervios y tensión hace la reserva, una casa en un valle.

Se dirigen a un lugar que conocían pero habían olvidado. Eso la hace pensar, en la inexistencia del olvido. Tal vez, se dice, éste no sea más que un extravío de la memoria que con el tiempo, a veces, encuentra de nuevo su sitio.


Ilustración de John Kenn

Recuerda entonces, mientras el paisaje corre por las ventanillas del coche, al ritmo del “Pink Moon” de Nick Drake, que estar perdido no es malo. Que todos de algún modo lo estamos. Estar perdida para una misma no es un pozo negro y angustioso, le ha costado entenderlo, pero por fin lo ha hecho. Estar perdida, tan solo, es el comienzo de una conquista, el principio de un cambio.

Piensa en esa frase que la otra noche se le repetía en el sueño: “ver, oír y no callar”. Pude que no tarde en narrar lo que ocurrió en él, pero ahora no es el momento. Tan solo adelanta una puerta.


Ilustración de John Kenn

Sí, es verdad que no hace mucho, el tiempo la aprieta y eso provoca un sentimiento de urgencia que a ratos es difícil de encajar pero ahora la serenidad le ha hecho tomar distancia y se lo ha puesto todo más fácil. Tal vez, también en su vida como en la de Saramago todo ha llegado demasiado tarde. Él, al que tanto ha buscado, al que ha esperado cada uno de los días de su vida, llegó hace unos escasos siete años. Y se pregunta cómo ha hecho, todo el tiempo anterior a ese encuentro, para sobrevivir.

Él conduce pensativo mientras ella le mira de vez en cuando, evitando que sus furtivas miradas le hagan sentirse observado. La carretera, constante, se extiende bajo los neumáticos como una inmensa alfombra gris.


Ilustración de John Kenn

En la casa hay gallinas y caballos, caballos del pirineo, dos hembras, madre e hija. La adulta la sumerge en la infancia, tal vez son esas motas negras que se le dibujan en la parte trasera las que lo hacen. ¿pequeño tío? ¿Es ese el nombre del caballo o tal vez del mono de Pipi?

La habitación es pequeña pero lo suficientemente grande para poder guardar en ella algunos sueños. Antes de salir hacia la piscina, mete algunos pensamientos bajo la almohada, con la esperanza de que a su regreso se hayan trenzado y transformado en una alfombra mágica. En un cuento con bandidos y abracadabras. Con genios que salen de las lámparas.

Ahora le observa de lejos, lleva puesto el ipod y las gafas de sol. Lee un guión y toma notas. Imagina entonces que son dos desconocidos a punto de comenzar una apasionada historia de amor. Piensa en una hoja en blanco, en la ilusión de comenzar a escribirla sin sintiendo el feliz temblor de todo principio. Busca dos nombres. Valentina para ella, se dice, como la niña que la visita desde hace tiempo en sus sueños. Y para él, para él elige un nombre extranjero, Jan. Un nombre acorde con sus ojos azules y su pelo rubio.


Ilustración de John Kenn

John Kenn nació en Dinamarca en 1978. Escribe y dirige programas de televisión para niños. Y dice abrir ventanas hacia otros mundos con estos dibujos de monstruos que realiza en post-it. Ventanas realizadas en material de oficina. Eas inevitable pensar en los dibujos que Maurice Sendak realizó para su libro"Donde habitan los monstruos" y que Spize Jones llevó a la gran pantalla en una fantástica adaptación cinematográfica. También evocan a los dibujos de Edward Gorey (www.edwardgoreyhouse.org)

Son monstruos que no provocan miedo. Monstruos tiernos que transmiten melancolía.