lunes, 11 de julio de 2011

El guarda nubes



Ilustración de John Kenn

La idea es compartida por ambos, deben viajar. Salir aunque sea a unos metros de casa para que el regreso les recuerde algo, algo que aún no saben, pero que flota latente. El destino aparece por casualidad en la pantalla del ordenador y él toma la decisión. Entre nervios y tensión hace la reserva, una casa en un valle.

Se dirigen a un lugar que conocían pero habían olvidado. Eso la hace pensar, en la inexistencia del olvido. Tal vez, se dice, éste no sea más que un extravío de la memoria que con el tiempo, a veces, encuentra de nuevo su sitio.


Ilustración de John Kenn

Recuerda entonces, mientras el paisaje corre por las ventanillas del coche, al ritmo del “Pink Moon” de Nick Drake, que estar perdido no es malo. Que todos de algún modo lo estamos. Estar perdida para una misma no es un pozo negro y angustioso, le ha costado entenderlo, pero por fin lo ha hecho. Estar perdida, tan solo, es el comienzo de una conquista, el principio de un cambio.

Piensa en esa frase que la otra noche se le repetía en el sueño: “ver, oír y no callar”. Pude que no tarde en narrar lo que ocurrió en él, pero ahora no es el momento. Tan solo adelanta una puerta.


Ilustración de John Kenn

Sí, es verdad que no hace mucho, el tiempo la aprieta y eso provoca un sentimiento de urgencia que a ratos es difícil de encajar pero ahora la serenidad le ha hecho tomar distancia y se lo ha puesto todo más fácil. Tal vez, también en su vida como en la de Saramago todo ha llegado demasiado tarde. Él, al que tanto ha buscado, al que ha esperado cada uno de los días de su vida, llegó hace unos escasos siete años. Y se pregunta cómo ha hecho, todo el tiempo anterior a ese encuentro, para sobrevivir.

Él conduce pensativo mientras ella le mira de vez en cuando, evitando que sus furtivas miradas le hagan sentirse observado. La carretera, constante, se extiende bajo los neumáticos como una inmensa alfombra gris.


Ilustración de John Kenn

En la casa hay gallinas y caballos, caballos del pirineo, dos hembras, madre e hija. La adulta la sumerge en la infancia, tal vez son esas motas negras que se le dibujan en la parte trasera las que lo hacen. ¿pequeño tío? ¿Es ese el nombre del caballo o tal vez del mono de Pipi?

La habitación es pequeña pero lo suficientemente grande para poder guardar en ella algunos sueños. Antes de salir hacia la piscina, mete algunos pensamientos bajo la almohada, con la esperanza de que a su regreso se hayan trenzado y transformado en una alfombra mágica. En un cuento con bandidos y abracadabras. Con genios que salen de las lámparas.

Ahora le observa de lejos, lleva puesto el ipod y las gafas de sol. Lee un guión y toma notas. Imagina entonces que son dos desconocidos a punto de comenzar una apasionada historia de amor. Piensa en una hoja en blanco, en la ilusión de comenzar a escribirla sin sintiendo el feliz temblor de todo principio. Busca dos nombres. Valentina para ella, se dice, como la niña que la visita desde hace tiempo en sus sueños. Y para él, para él elige un nombre extranjero, Jan. Un nombre acorde con sus ojos azules y su pelo rubio.


Ilustración de John Kenn

John Kenn nació en Dinamarca en 1978. Escribe y dirige programas de televisión para niños. Y dice abrir ventanas hacia otros mundos con estos dibujos de monstruos que realiza en post-it. Ventanas realizadas en material de oficina. Eas inevitable pensar en los dibujos que Maurice Sendak realizó para su libro"Donde habitan los monstruos" y que Spize Jones llevó a la gran pantalla en una fantástica adaptación cinematográfica. También evocan a los dibujos de Edward Gorey (www.edwardgoreyhouse.org)

Son monstruos que no provocan miedo. Monstruos tiernos que transmiten melancolía.

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