lunes, 11 de julio de 2011

Mitad hombre, mitad pájaro



Ilustración de Ana Bustelo

No sé muy bien por donde empezar. Supongo que por subir el cursor al comando “color de fuente” y cambiar el negro de esta letra por un azul intenso. Tal vez parezca una tontería pero no lo es, que lo entienda quien quiera hacerlo.

“Hubo un tiempo en el que una princesa gastaba sus horas, sus minutos y sus segundos buscando un príncipe. Un príncipe que lo fuera todo. Lo soñaba despierta y dormida. Soñaba como sería su llegada, como sus abrazos, como sus besos. Si lo encontraría en un bosque o en una montaña o si sería en las aguas de un río silencioso. Una mañana en la que perdida en sus pensamientos se dejaba caer al sueño escuchó algo. Desde la carretera, que había cerca del castillo, se escuchaba un tic, tic, tic constante y metálico. Un tic, tic, tic hipnotizador como el canto de las sirenas, esos seres mitad pájaro, mitad mujer cuyo canto tanto sedujo a Ulises en su viaje de regreso a Itaca.

La princesa vestida en ropa interior salió de sus estancias y recorrió sonámbula los pasillos del palacio. Abrió las pesadas puertas y cruzó el foso en el que nadaban y tomaban el sol sus cocodrilos. Caminó siguiendo aquel tic, tic, tic que cada vez parecía más cercano. Y a lo lejos pudo divisar un sillón abandonado en la carretera y junto a este una señal de tráfico. Se acercó cuanto pudo y allí a un metro del sillón había alguien que, mitad hombre mitad pájaro, lanzaba, sin descanso, pequeñas piedras contra una metálica señal de stop, creando con ello una melodía irresistible.

La princesa miró a ambos lados de la carretera temiendo que un corcel veloz la atropellara en el sueño. El hombre guardó las piedras en el bolsillo y corrió en su busca. Y fue así como la princesa lejos de encontrar un príncipe al uso, con su capa y su caballo, encontró lo que tanto había buscado. Abandonó el castillo y se despidió de cada uno de sus cocodrilos. Estos lloraron su marcha pero no con lágrimas. Y dijeron que la echarían de menos porque ahora no podrían merendarse sus miedos.


Ilustración de Ana Bustelo

La princesa voló cielos cogida de la mano del hombre y fue como ver a Wendy sostenida por Peter Pan. La enseñó a reír y la convirtió en sirena: mitad mujer, mitad pájaro. Le regaló unas alas, tal y como había prometido.

Un buen día la princesa algo nerviosa se perdió. Los relojes de arena giraron y giraron tantas veces y tan rápido que el calendario pareció volverse loco. La luna empujó al sol tanto como pudo hasta que lo obligó a esconderse. Y le amenazó con matarle si volvía a salir. La princesa sorprendida por viento desolador fue perdiendo, una a una, las plumas sus alas. Y ya no pudo volar.

Ilustración de Ana Bustelo

Su tamaño comenzó a disminuir y cuanto más lo hacia más crecía todo a su alrededor. El miedo se hizo fuerte alimentándose de imaginaciones, de vacíos, de silencios y de soledad. Y crecieron historias absurdas e intuiciones dolorosas. Vio donde no había y construyó laberintos según los cánones de la tragedia.

Una mañana a lo lejos, casi inaudible volvió a escuchar un tic, tic, tic. No era otro que su príncipe, mitad pájaro, mitad hombre, que había sacado de su bolsillo las piedras y las lanzaba contra el stop para decirle que la amaba. Supo entonces que él siempre había estado allí, a su lado, esperándola en un sillón abandonado en una carretera.”


Ilustración de Ana Bustelo

www.anabustelo.es

anabustelogarcia.blogspot.com

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