martes, 19 de enero de 2010

Unas horas en la peluquería




Pintura de Mery Sales


- Buenos días.
- Buenos días, tenía hora a las diez.
- A ver, sí eres…
- Sí, soy…
- Pasa y siéntate donde quieras.
- Dime tú, a mí me da igual una silla que otra. Y tú tal vez si tienes alguna preferencia. - Siéntate entonces en la de en medio.

Estamos solas, pero por poco tiempo. La peluquera se llama Noelia. Es pelirroja, con un corte de pelo moderno y liso. Me confiesa que cuando sale de la ducha lo tiene rizado pero ayer decidió estirárselo.

- ¿Estirártelo?, le pregunto.
- Sí, contesta, a veces hay motivos para hacerlo, ¿no? ¿A ti no te pasa?

Intentó contestarle pero no lo hago. Me digo a mí misma, muchas veces deseo poner la cabeza encima de la mesa y planchar mis pensamientos, pero con el pelo, con el pelo nunca... me interrumpe.
Ayer un amigo, rectifica, su novio, intuyo que llevan poco tiempo, y ella aún no siente la relación como estable, se la jugó en un restaurante. Ella había decidido invitarle a cenar y cuando todo acabó, al disponerse a firmar la cuenta, el chico, su novio, dijo sin pensarlo:

- Esa firma no se parece en nada a la de tu dni.

El camarero que está de pie esperando, le escucha y vuelve a pedirle el carnet a la peluquera. Noelia saca todos los colores que tiene guardados y avergonzada pinta su rostro como los indios, pintura de guerra. Tiende ambas tarjetas y espera a que el camarero compruebe la autenticidad del documento.

-¡Que vergüenza!, piensa.

Imagino que es ese el momento en el que su pelo pierde los caracoles. El camarero le recrimina que la tarjeta bancaria no está firmada por detrás. Un tierra trágame con eco, resuena entonces. Ella nunca presta atención a esos formalismos, me confiesa. Tras un silencio incómodo, el camarero por fin decide pasar por alto el incidente y le devuelve el dni y la tarjeta. Ella espera y cuando el camarero les da la espalda, a ella y a su nuevo novio, le da un cachete al chico, pero tú...

Llega entonces el dueño de la peluquería junto a su hermana, que también trabaja allí. Ella que es flaca como un suspiro y blanca, blanca como las nubes, no corta, ni tiñe, ni lava, barre los pelos y escribe en fichas las historias de los clientes. Anota el nombre e inventa lo que se le ocurre. Anota: Morena, ojos tristes, llega en un día gris en el que la temperatura marca nueve grados. No parece haber tomado zumo de naranja. Parece preferir el té al café. Le gustan las tostadas de pan de cereales, con sésamo crudo y miel… y últimamente no recuerda sus sueños.

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